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El mono que salió del agua.

Una teoría sostiene que un pasado acuático de los homínidos explicaría nuestras diferencias con los mamíferos terrestres.
Es un hecho aceptado que el hombre desciende del mono, o de forma más rigurosa, que ambos descienden de ancestros comunes. Según la teoría de la sabana, algunos de ellos bajaron de los árboles en los bosques de África y comenzaron su vida allí, pero hay varias preguntas que todavía quedan en el aire. ¿Por qué la manifestación visible de los genes de un ser humano es tan diferente a la de los chimpancés, a pesar de que los expertos siempre subrayan la similitud de los genomas? ¿Por qué somos bípedos cuando los monos caminan sobre cuatro patas? ¿Por qué carecemos de pelo si ellos son peludos?

A esas preguntas y muchas otras responde otra teoría, la del simio acuático, que defiende que cuando nuestros ancestros se mudaron a la sabana ya no eran monos, pues carecían de pelo corporal y caminaban erguidos. Esas características, entre otras, se desarrollaron mucho antes en entornos semiacuáticos, cuando las líneas evolutivas se separaron por primera vez. Según los defensores de esta teoría, sólo hay que fijarse en los demás mamíferos terrestres, ya que todos caminan sobre cuatro patas y están cubiertos de pelo. Y así no somos nosotros.

Entonces, ¿qué pudo ocurrir? "El azar y la selección natural son los responsables de que seamos como somos", afirma Eudald Carbonell, codirector de Atapuerca. Pero si dejamos el azar de lado y nos basamos en las teorías acuáticas, la mayor parte de las características humanas y nuestra fisonomía se parecen más a las de los mamíferos acuáticos que a las de los terrestres, dice este grupo de teóricos.

Su explicación es que alguna rama de nuestros ancestros vivió en un entorno semiacuático durante un largo periodo. Los fósiles encontrados hasta la fecha no contradicen este pensamiento. Además, sostienen, hay un periodo de unos cinco millones de años en los que no existen evidencias fósiles que demuestren el paso del mono al hombre.

Visión de la biología marina.

La teoría del mono acuático comenzó en 1960, cuando el biólogo marino británico Alister Hardy publicó un artículo en la revista New Scientist titulado ¿Fue el hombre más acuático en el pasado?, con el subtítulo de ¿Fue en el mar donde el hombre aprendió a caminar erguido?. En él ampliaba la hipótesis que planteara él mismo durante la década de 1930 tras leer un libro de Wood Jones llamado El lugar del hombre entre los mamíferos, en el que el autor se preguntaba por qué la grasa humana está pegada a la piel, algo que no ocurre en el resto de mamíferos.

Su teoría no tuvo mucho interés en la época y tuvo que ser Elaine Morgan, una escritora y guionista galesa, hoy octogenaria, la que tomara el relevo y luchara mediante libros, conferencias y charlas por defender la viabilidad de la teoría. Morgan afirma que carecemos de pelo corporal porque el resto de mamíferos que no lo tienen son, sobre todo, acuáticos. Pero, ¿qué pasa, por ejemplo, con los elefantes? "Se sabe que los ancestros de los elefantes fueron acuáticos", afirma Morgan. Añade que, como los rinocerontes, aprovechan cualquier oportunidad para meterse en el agua o en el barro.

Según la autora, sólo los mamíferos que habitan en las aguas o bajo tierra carecen de pelo. La explicación más común es que el ser humano no tiene pelo para evitar el sobrecalentamiento en la sabana o para facilitar la labor climatizadora del sudor, pero los defensores de la teoría del simio acuático rechazan esto porque ningún animal, ni siquiera el camello, ha perdido su pelo. La conclusión sería que, mientras el pelo es el mejor aislante para los mamíferos terrestres, el mejor aislante en el agua es una capa de grasabajo la piel, como ocurre con nuestro cuerpo. Además, sostiene que la explicación a nuestra forma de caminar se encuentra también en el agua: "Sólo hay una situación en el mundo de los simios en la que caminan sobre dos patas, y es cuando están en el agua", afirma. De hecho, los monos caminan erguidos cuando atraviesan ríos o lagunas.

En opinión de Morgan, "es un hecho que casi todos los fósiles de homínidos encontrados en la sabana compartían lugar con elementos como esqueletos de peces, huevos de tortuga o pinzas de cangrejos". "Es bien sabido que sólo los animales que fallecían en el agua se fosilizaban, ya que tenían que enterrarse en el barro para que ocurriera", añade Morgan. Y concluye: "Cerca del 98% de los restos de homínidos estaban enterrados en cieno. Es cierto que eso no prueba per se que todos vivieran cerca del agua, pero tampoco prueba lo contrario".

La teoría menciona también que la capacidad de hablar es resultado del control consciente de la respiración, un dominio que también se da entre los mamíferos acuáticos, y que el diseño de nuestro cuerpo es ideal para facilitar la movilidad en el agua.

"Es una teoría muy exótica y científicamente cuestionable. Es difícil de demostrar porque tenemos restos que cubren un periodo de 60 millones de años que la contradicen", afirma Carbonell. "Es normal que haya estructuras evolutivas convergentes porque hay adaptaciones ubicuas, pero sólo podría demostrarse si se encontrara un fósil con aletas", bromea.

Por su parte, Marcial de la Cruz, uno de los responsables de la Asociación Paleontológica Murciana, se une a la opinión de Carbonell. "La aceptación es muy baja y no está generalizada; es una teoría más, pero no es verificable ni muy creíble".

"Un tema para la hora del té".

Otro experto consultado por Público es Emiliano Bruner, investigador de paleoneurología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) y vicesecretario del Instituto Italiano de Antropología. Él también se une al coro de opiniones discordantes. "Es un tema que no forma parte de los debates generales", aduce. "No se puede discutir por falta de evidencias, ahora sólo es un tema de conversación de la hora del té", agrega.

En opinión de Bruner, la teoría de la sabana sigue teniendo sus evidencias, porque probablemente vengamos de monos que ya eran bípedos y que se agarraban a los árboles con los brazos. Luego, "debido quizá a un cambio en el clima, se modificó la vegetación, bajó la densidad de los árboles, pero el mono continuó caminando verticalmente cambiando sus proporciones corpóreas y potenciando su locomoción a medida que se alteraba el entorno". Y de todo ello hay pruebas en los fósiles, dice Bruner.

La propia Elaine Morgan admite que la teoría del simio acuático gusta, pero que nadie la cree. "Desconozco por qué no cuenta con apoyos; la teoría es 100% darwinista, complementa y completa la de Darwin, respondiendo preguntas para las que no había respuesta". "Pero la tratan como que no se la debe considerar, como ocurre con los fantasmas o los marcianos", se lamenta.

Pese a todo, Morgan no está sola en su defensa de la teoría del mono acuático. Cuenta con el apoyo de reconocidos científicos y divulgadores, como el filósofo evolutivo estadounidense Dan Dennett, o David Attenborough, naturalista británico galardonado con el premio Príncipe de Asturias. Attenborough realizó para la BBC una serie de documentales sobre esta teoría, donde se aportaban datos como nuestra necesidad de ciertos ácidos grasos esenciales sólo presentes en el mar, o las migraciones acuáticas atribuidas a los homínidos de hace un millón de años, o los indicios que apuntan a que el parto en el agua es una primitiva adaptación humana. Pero para la mayoría de los científicos, harán falta más pruebas.
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Extraído de Público

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